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América Latina y su lucha para transformar las narrativas de la violencia en arte

Cultura
Procesos culturales le hacen frente a la violencia en Latinoamérica.
Procesos culturales le hacen frente a la violencia en Latinoamérica. © France24
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Tiempo de lectura 11 min

Este 2024, América Latina registró un repunte de la inseguridad, el crimen organizado y los conflictos. La tasa de homicidios de la región es la más alta del mundo. Artistas y organizaciones le hacen frente a la violencia en México, Ecuador y Colombia en un esfuerzo por cambiar las narrativas de sus territorios. 

El esfuerzo de impulsar el arte en medio de la violencia es un acto de valentía, dicen los propios artistas latinoamericanos, ante las amenazas que llegan desde las mafias y frente a la impunidad en gran parte de los casos.

En el ámbito general, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el crimen le cuesta a la región más del 3% del PIB y reduce su crecimiento económico. Y esa inestabilidad económica, a su vez, impulsa tasas más altas de criminalidad. 

La preocupación en la región es porque, a pesar de representar solo el 8% de la población mundial, Latinoamérica y el Caribe concentra casi un tercio de los homicidios globales. 

En respuesta a esta violencia, los Gobiernos suelen recurrir a medidas populistas: reformas legales para incrementar las penas y, sobre todo, la militarización.

Ecuador, violencia y arte intramuros

"Es muy duro ver cómo no les ayudan adentro", dijo 'Tía Gloria', conocida por sus veinte años trabajando con población carcelaria en Ecuador.

Gloria Armijos, parte del colectivo Territorios de Libertad, ha logrado llevar el arte dentro de las prisiones. "No es fácil", reconoce, pero ella y el grupo que siempre le acompaña saben los obstáculos que han tenido y más aún desde que se disparó la violencia dentro de las cárceles.

El 2024 inició con la toma del canal público TC Televisión por parte de bandas delincuenciales, algo que provocó que, por primera vez en la historia del país, se declarara un conflicto armado interno

Manifestantes queman una llanta durante una protesta, este viernes, en Quito (Ecuador).
Manifestantes queman una llanta durante una protesta, este viernes, en Quito (Ecuador). EFE - Vicente Costales

Los militares se tomaron las calles y, sobre todo, el sistema penitenciario, donde se han registrado más de una decena de masacres, con más de 750 presos asesinados.

En noviembre, se reportó la primera masacre que enfrenta el Gobierno de Daniel Noboa, pese a su medida de tener a los militares bajo el control de las cárceles.

“Estar preso en Ecuador ahora puede significar una condena de muerte”, han denunciado organizaciones de Derechos Humanos. 

“¿Cómo puedes trabajar si llegan con moretones, golpeados, humillados? Es una situación de tortura que han vivido algunos”, relata Alejandro Cruz, artista que forma parte de colectivos que han logrado establecer talleres de pintura, muralismo, música y radioteatros en las prisiones.

Junto con 'Tía Gloria' creen que no existe una real rehabilitación por parte del Estado porque, dicen, muchos son maltratados. “Las oportunidades son las que ayudan a cambiar”, dijo Gloria Armijos, al mencionar que talleres de arte y la cultura no solo les permiten sentirse parte de algo, sino que es un trabajo interno que cada uno hace para ser mejor.

La ‘Tia Gloria’ amplió su trabajo con los hijos de las mujeres presas que fueron abandonados por el Estado, tras el traslado de sus madres de la cárcel de Quito a la de Latacunga en el proceso de reestructuración carcelaria de 2014. 

Grupo de personas privadas de la libertad en un taller de música en Ecuador.
Grupo de personas privadas de la libertad en un taller de música en Ecuador. © Cortesía Alejandro Cruz

Dos canciones con las voces de los menores se grabaron en un disco que Gloria sostiene entre sus manos mientras habla con France 24. “¿Qué iban a hacer ellos? Se quedaron solos”, reclamó 'Tía Gloria', al contar que este trabajo no lo hace sola. Son varios artistas y gestores culturales que han trabajado en diferentes cárceles del país. 

Juan Francisco Moreno es un artista ecuatoriano que ha colaborado con el Colectivo Territorios de Libertad. Recuerda que la reacción del público a su trabajo es muy diferente, por el encierro en sí. “Vi que eran un poco apáticos en lo que hacíamos, pero luego le dicen a las guías que les gustó el show”, relató. 

Además de la burocracia para lograr montar una presentación, a Moreno lo que más le impactó fue cuando llegaron los hijos de las internas, en un proyecto en 2018. “Era Navidad y ver ese contacto fue duro. Ver como corrían a abrazar a sus madres”, agregó.

Moreno cree que el trabajo previo a la presentación, es entender que es un público en condición de encierro. “Ves la necesidad de afecto de las personas internas, de sus hijos. Y esto te afecta indudablemente. Pero debes sobreponerte y plantear esa libertad, esperanza, y amor”, mencionó.

Grupo de personas privadas de la libertad que participan en los talleres de muralismo en las cárceles de Ecuador.
Grupo de personas privadas de la libertad que participan en los talleres de muralismo en las cárceles de Ecuador. © cortesía Alejandro Cruz

Para Alejandro Cruz, que recientemente terminó unos murales en cárceles de la sierra y costa ecuatoriana, se ha vuelto un poco más difícil su trabajo con la presencia de los militares. No solo porque, dijo, “no se sabe quién mismo manda”, sino por los abusos que ha visto en quienes participan de estos talleres y por el riesgo que significa estar dentro de las prisiones.

“A veces teníamos un taller de pintura para tal día, pero nos alertan que mejor no porque está caliente la situación. Otras veces nos toca trabajar con muchachos que lograron sobrevivir a las masacres”, narró. 

Además de los murales, Cruz ha realizado también talles de música y radio teatros. En cabinas improvisadas entre las celdas, los privados de libertad logran imaginar y narrar con su voz otros espacios posibles de existir.

La ‘Tía Gloria’, Juan Francisco y Alejandro coinciden en que el arte ayuda al trabajo interno de cada uno, a su proceso de sanación y a su real rehabilitación, desde un enfoque humanista, contrario al enfoque castigador, dice Gloria, “que de eso se encarga el Estado”.

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Botas combativas: la resignificación de símbolos en Colombia

En Colombia, los familiares de las víctimas del conflicto armado también utilizan el arte para tratar de sanar sus heridas, pero no es del gusto de todos.

Hace unas semanas, una polémica  estalló cuando el congresista de derecha Miguel Polo Polo tiró a la basura unas botas que formaban parte de una instalación artística y conmemorativa del colectivo 'Madres de falsos positivos'. Esos jóvenes civiles asesinados por el Ejército y presentados como guerrilleros caídos en combate.

‘Mujeres con las botas bien puestas’ se llama la instalación que han recreado las madres de las víctimas que quieren contarle al mundo su lucha contra la impunidad.

El Centro Nacional de Memoria Histórica recoge un caso: el de Mario Alexander Arenas.

El 18 de diciembre de 2008, a las 4:30 de la tarde, Cecilia Arenas asistió a la exhumación del cuerpo de su hermano Mario Alexander, en un cementerio de Bucaramanga, donde once meses atrás había sido sepultado como NN. A ella le habían informado que Alexander había sido "dado de baja en combate" el 21 de enero del mismo año.

En las fotos que le mostraron a Cecilia se le veía con ropa de camuflaje, un rifle y dos botas pantaneras nuevas -ambas para el pie izquierdo-. Inconsistencias que se repetían en muchos casos y que, según las familias, eran pruebas de que fueron ejecuciones extrajudiciales y un montaje de las autoridades de turno.

Ahora, las madres de Soacha, una localidad aledaña a Bogotá donde se reportaron una gran parte de los "falsos positivos", resignifican estas botas: las que les pusieron a sus hijos antes de ser asesinados. Son ahora símbolos de una lucha por la verdad, como en Argentina el pañuelo blanco simboliza el combate de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. 

En otro caso, este año se cumplieron ocho años de la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que derivó en un cese al fuego y la entrega de más de 8.000 armas que, en su mayoría, se utilizaron en obras artísticas que simbolizan la transformación del conflicto.

Excombatientes de las disueltas FARC y activistas sociales participan en una marcha para exigir al gobierno que garantice su derecho a la vida y el cumplimiento del acuerdo de paz de 2016, en Bogotá, Colombia, el domingo 1 de noviembre de 2020.
Excombatientes de las disueltas FARC y activistas sociales participan en una marcha para exigir al gobierno que garantice su derecho a la vida y el cumplimiento del acuerdo de paz de 2016, en Bogotá, Colombia, el domingo 1 de noviembre de 2020. AP - Fernando Vergara

Una de ellas, Fragmentos, de la artista Doris Salcedo. Ella creó en 2017, en Bogotá, un espacio de reflexión y memoria, cuyo piso se elaboró con las armas fundidas de las FARC y contó en su creación con la participación de mujeres víctimas de la violencia sexual durante el conflicto armado en Colombia.

La otra obra fue la del artista chileno Mario Opazo, denominada 'Kusikawsay', que en quechua significa vida apacible y venturosa. Con la fundición de las municiones de esas armas que utilizó Salcedo, Opazo construye una balsa que ahora está situada en la sede de la ONU en Nueva York, Estados Unidos.

El acuerdo de paz también incluyó la creación de una Comisión de la Verdad que emitió un informe con varias recomendaciones para evitar la repetición del conflicto. Una de esas recomendaciones fue la implementación de una estrategia llamada 'cultura de paz' como política de estado.

El objetivo es acompañar a las víctimas del conflicto y a las organizaciones que buscan, a través del arte, resignificar la violencia en sus territorios, como los bailarines del grupo Black Boys Chocó, que viven en la costa pacífica colombiana, un territorio todavía disputado por varios grupos armados. 

Ricardo Cubides, director de esta estrategia del Estado colombiano, explicó el alcance de esta medida y dijo que es un hito que un Gobierno lo implemente a nivel nacional. En poco tiempo de gestión, dijo, se ha hecho un trabajo directo con las personas que buscan resignificar estas narrativas y que lo quieren hacer a través de las diferentes expresiones artísticas y culturales.

Aunque existe esperanza de lograr la paz en Colombia, crece la preocupación ante la violencia que no ha cesado. Según el sistema de monitoreo de la agencia de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA), al menos 152.000 personas han sufrido por la violencia armada y el conflicto en 2024.

Leer también¿Quién dio la orden? El escándalo de los 'falsos positivos' en Colombia

México: darle un rostro a la ausencia

Otro país de la región donde la violencia hace parte de la vida cotidiana de muchos de sus ciudadanos es México.

Este año se cumplió una década del caso más traumático de la historia reciente del país: la desaparición de 43 estudiantes de la escuela rural de Ayotzinapa. Con cada gobierno llegan promesas de alcanzar la verdad y justicia, pero ningún presidente ha cumplido. La recién posesionada presidenta, Claudia Sheinbaum, anunció un nuevo compromiso para encontrar a los jóvenes.

Tragedias que inundan titulares, cuerpos descuartizados en portadas. México enfrenta la dolorosa paradoja de una violencia ampliamente difundida en los medios de comunicación, pero cuya realidad se oculta. La desaparición forzada se cuenta a través de estadísticas que difícilmente retratan la individualidad de las víctimas.

Según el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD), después de un año de llegar a 100.000 casos de personas desaparecidas en 2022, la cifra aumentó en un 7,3% en el 2023 y siguió aumentando en el 2024 en un 6,3%. A la fecha, los reportes de casos de personas desaparecidas siguen en aumento.

A mayo de este año, fecha de corte del informe del IMDHD, se registraron 114.069 personas desaparecidas. En los últimos 24 años solo se reportan 6 descensos en las cifras en los años 2003, 2012, 2015, 2018, 2020 y 2022

En reacción, colectivos de búsqueda y algunos artistas comprometidos con los Derechos Humanos han decidido usar herramientas creativas para contar sus historias y abrir caminos para la resistencia. Varios proyectos artísticos intentan devolver la presencia a quienes no están.

Jóvenes participan en una manifestación para conmemorar el décimo aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en la Ciudad de México, el jueves 26 de septiembre de 2024.
Jóvenes participan en una manifestación para conmemorar el décimo aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en la Ciudad de México, el jueves 26 de septiembre de 2024. AP - Jon Orbach

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Cantar y bailar contra la violencia de género

En América Latina ciertos contextos violentos son específicos de algunos países. Sin embargo, las violencias contra las mujeres atraviesan el continente y, una vez más, el arte permite poner letra a una resistencia.

Una de las situaciones que más se ha agudizado es la de la violencia contra las mujeres. Solo en el primer semestre de 2024 se registraron más de 2.000 feminicidios en 16 países de América Latina, es decir, 12 cada día o uno cada dos horas, según cifras del Mapa Latinoamericano de Feminicidios.

Aunque cada país enfrenta violencias particulares, la de género se extiende no solo en la región, sino en el mundo.

Estos últimos años, artistas de toda Latinoamérica han empezado a denunciar los feminicidios y a inspirar rebeldía a través de sus canciones. Desde México, con Silvana Estrada y Pilar Quintana, hasta Chile con el colectivo ‘Las tesis’ y su ahora icónico tema ‘Un violador en tu camino’

Latinoamérica es la segunda región más insegura del mundo para las mujeres detrás de África. Por eso, visibilizar la violencia de género a través de la música se convirtió en una herramienta tan significativa y poderosa que, de hecho, está inspirando al resto del planeta. El himno feminista latino está ahora presente en las marchas de todos los continentes.

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