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¿Cómo prevenir desde el urbanismo catástrofes como la DANA o Río Grande Do Sul?

Medio Ambiente
Un hombre camina por una calle afectada por inundaciones en Valencia, España, el sábado 2 de noviembre de 2024.
Un hombre camina por una calle afectada por inundaciones en Valencia, España, el sábado 2 de noviembre de 2024. © Manu Fernández / AP
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La DANA en Valencia, las inundaciones en Rio Grande do Sul o los incendios que azotaron a Chile estremecieron al mundo este 2024. En este especial de Medio Ambiente analizamos cómo el urbanismo y la gestión del territorio pueden ayudar a prevenir y proteger a las poblaciones de algunos de estos fenómenos naturales extremos, que según las previsiones se harán cada vez más incontrolables y mortales en todo el planeta. 

Centenares de personas muertas, infraestructura afectada, ecosistemas arrasados y pérdidas millonarias para las poblaciones es lo que dejaron la DANA, en la comunidad española de Valencia, las inundaciones en Río Grande do Sul y los incendios en Chile, solo por mencionar tres de los eventos climáticos más graves durante este año. 

2024 evidenció una vez más que el clima es más extremo y que es urgente trabajar en la adaptación de las ciudades y regiones al cambio climático para prevenir más muertes y catástrofes.

En este especial, hablamos con diversos expertos para explorar soluciones que ayuden a mitigar el impacto de una crisis climática cada vez más presente en nuestras vidas. 

DANA: entre la infraestructura y las soluciones basadas en la naturaleza

El 29 de octubre se presentaron lluvias extremas en la región española de Valencia provocadas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), un fenómeno meteorológico que crea las condiciones para que en pocas horas pueda llover en un territorio lo que le correspondería, incluso, en todo un año.

Las intensas lluvias desbordaron dos ríos y la rambla del Poyo, un cauce de agua que normalmente permanece seco o con poco caudal. Su crecimiento relámpago causó la mayoría de muertos en el área metropolitana de Valencia, donde el municipio de Paiporta fue el más afectado, con 45 muertes. En toda Valencia murieron más de 200 personas. 

Mapa de las inundaciones por la DANA en la Comunidad Valenciana.
Mapa de las inundaciones por la DANA en la Comunidad Valenciana. © France 24

Pero la DANA es un fenómeno que  ha acompañado la historia de la región. “En la época de la Ilustración, en 1775, ya teníamos un ilustrado botánico geógrafo, Cabanillas, que ya tenía identificada la rambla del Poyo como una zona que, cuando se inundaba, generaba muertes”, indica Vicente Sánchez, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Valencia.

La zona es especialmente vulnerable a las inundaciones por su posición frente al mar Mediterráneo, que con el calentamiento global emite cada vez más vapor a la atmósfera, lo que favorece la formación de DANA. Sin embargo, la de este año no tiene precedentes y hay diversos elementos que la agravaron. 

Paradójicamente, uno de ellos es la obra Plan Sur de los años 60 para encauzar el río Turia, que atraviesa la ciudad de Valencia. Se hizo para proteger de inundaciones a la urbe tras otra crecida en 1957. Pero esta megaobra acabó desviando las aguas hacia terrenos al sur, lo que hizo que cauces como la rambla del Poyo absorban grandes torrentes cuando hay lluvias torrenciales. Municipios como Paiporta, Benetússer o Alfafar “han quedado atrapados en la propia barrera de canalización”, indica Sánchez.

Calles cubiertas de barro en Paiporta, a las afueras de Valencia, España, tras el paso de la DANA. 2 de noviembre de 2024.
Calles cubiertas de barro en Paiporta, a las afueras de Valencia, España, tras el paso de la DANA. 2 de noviembre de 2024. © Angel Garcia / AP

Estas poblaciones, de las que se conoce desde hace siglos su riesgo de inundación, eran antaño pequeños núcleos de población con grandes áreas de cultivo, que permitían el drenaje de las aguas. Esto las hacía mucho más resilientes a la DANA por su capacidad de absorber agua, explica Sánchez.

Sin embargo, desde mediados de siglo pasado, la urbanización en la zona creció desenfrenadamente y sin un plan de prevención de inundaciones, que llegó tan solo en 2003.

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En 2006, un equipo de investigadores liderados por el catedrático de ingeniería hidráulica Félix Francés diseñó un plan de adecuación ambiental para drenar las aguas de la rambla del Poyo, pero nunca se hizo. Su idea consistía en desviar el cauce de la rambla hacia el nuevo cauce del río Turia y evitar así inundaciones en zonas vulnerables. Esto, indican los expertos, hubiera ayudado parcialmente a enfrentar la DANA de este año. Sin ella, la obra Plan Sur, sumada a la urbanización descontrolada, fue letal.

Las lluvias de octubre en Valencia superaron cualquier récord histórico. Incluso sobrepasaron la extensión que se tenía delimitada desde hace 500 años para las zonas inundables.

Imagen de archivo. Multitud de vehículos amontonados en una calle de la localidad valenciana de Picanya, Valencia, España, tras las intensas lluvias de la devastadora DANA del 29 de octubre de 2024.
Imagen de archivo. Multitud de vehículos amontonados en una calle de la localidad valenciana de Picanya, Valencia, España, tras las intensas lluvias de la devastadora DANA del 29 de octubre de 2024. © Biel Aliño / EFE

Frente a ello, muchos expertos piden cambiar los parámetros. “Es necesario dejar de trabajar únicamente con datos históricos para este tipo de delimitaciones y funcionar con escenarios de cambio climático, los datos históricos funcionan con unos registros de un clima que ya no es el que tenemos”, apunta Emilio Cervera Martínez, técnico de proyectos europeos en la Fundación Valencia Clima y Energía.

¿Cómo puede Valencia prevenir o mitigar los estragos de una DANA?

Los expertos apuntan a una combinación de obras de infraestructura y soluciones ambientales. Entre las primeras, represas construidas específicamente para retener agua en casos de inundación u obras como el plan de Francés, estancado hace ya casi dos décadas. 

Para Sánchez, la infraestructura es solo parte de la solución, especialmente para puntos de alto riesgo, pero recomienda pensar “desde la ordenación territorial” y trabajar desde las cuencas de los ríos en soluciones basadas en la naturaleza para que el territorio sea capaz de absorber más agua por sí mismo.

Hace énfasis en una idea: revegetar la flora local de todos los cauces deforestados. La reforestación “lo que va a hacer es retener la erosión, la velocidad de escorrentía” y permitir que las tierras que rodean a las cuencas hídricas filtren el agua.

También llama a volver a las prácticas de antaño, con sistemas de drenaje, zonas de irrigación o huertos. Estos sistemas naturales de aprovechamiento agrícola, asegura, “ayudaban a que el territorio fuera bastante más resiliente”.

Aspecto de la carretera que une Valencia y Torrente, el 31 de octubre de 2024.
Aspecto de la carretera que une Valencia y Torrente, el 31 de octubre de 2024. © Miguel Ángel Polo / EFE

Por soluciones basadas en la naturaleza también apuestan desde la Fundación Valencia Clima y Energía: “Todo lo que sea quitar asfalto de las ciudades, tener zonas naturales o zonas en las que introduzcamos variantes de sistemas urbanos de drenaje sostenible”, dice Emilio Cervera, que agrega que las soluciones basadas en la naturaleza son multipropósito porque además ayudan a reducir el calor en las ciudades en verano o combaten la crisis de biodiversidad.

Sanchez agrega que infraestructuras como ‘tanques de agua subterráneos’, que permiten almacenar y redistribuir el agua de manera subterránea en la urbes o implementar supermanzanas de zonas verdes –que ya existen en metrópolis como Barcelona o París– podrían ayudar a ciudades como Valencia.

Y al interior de estas y de sus áreas metropolitanas, la regulación de las plantas bajas, de garajes y sótanos y, especialmente la delimitación de permisos de construcción en zonas inundables será también vital.

“Más de la mitad de la gente ha muerto atrapada en garajes yendo a buscar el coche porque están bajo rasante”, dice el Sánchez, que advierte de nuevas lluvias. “Ojo, esto va a volver a ocurrir”, resalta.

Río Grande do Sul: restauración del bioma, eje de la prevención

A 9.300 kilómetros de distancia, en Río Grande do Sul, Brasil, hubo otra de las grandes tragedias del año.

Las lluvias exacerbadas por el cambio climático provocaron que esta región en el sur brasileño, y su capital, Porto Alegre, sufrieran las peores inundaciones de su historia con el desbordamiento del río Guaíba, en cuya cuenca vive un tercio de la población del estado. El desastre dejó 186 muertos y 580.000 personas desplazadas.

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Pero el cambio climático no fue la única causa. Conversamos con Julio Pedrassoli, coordinador del equipo de mapeo de áreas urbanas de Map Biomas Brasil, una iniciativa que analiza datos satelitales para estudiar diferentes ecosistemas.

El experto explica que el problema se agravó debido a la falta de mantenimiento del sistema de contención de Porto Alegre.

El Gremio Arena y sus alrededores inundados tras las fuertes lluvias en Porto Alegre, estado de Rio Grande do Sul, Brasil, miércoles 8 de mayo de 2024. Andre Penner / AP Photo
El Gremio Arena y sus alrededores inundados tras las fuertes lluvias en Porto Alegre, estado de Rio Grande do Sul, Brasil, miércoles 8 de mayo de 2024. Andre Penner / AP Photo AP - Andre Penner

“Falló por una combinación de factores”, indica, siendo el primero que “no tuvo un mantenimiento suficiente (...) Es un sistema antiguo, de los años 70, por lo que se está reduciendo su calidad”. Además, Pedrassoli indica que el diseño se hizo bajo la suposición de que inundaciones como las de abril ocurrirían una vez cada 1.500 años, “pero el cambio climático lo cambia todo”, asegura, ya que a más temperatura, se aumenta la capacidad de retención de humedad en la atmósfera, lo que se traduce en lluvias más intensas y frecuentes.

En la búsqueda de soluciones y prácticas preventivas, hay un factor clave que resalta Pedrassoli y hace eco de las necesidades en Valencia y en la mayoría de zonas inundables en el mundo: la necesidad de restaurar los ecosistemas.

"La pérdida de bosques y vegetación natural reduce la capacidad de la región para absorber las lluvias y, por supuesto, exacerba los riesgos de inundaciones. Necesitamos aumentar la cubierta forestal y las áreas de aguas arriba de la cuenca del río (Guaíba)” dice Pedrassoli.

El Bioma Pampa, que cubre la mayor parte del Río Grande do Sul, y donde se encuentra la cuenca del Guaíba es el que perdió más vegetación en todo el país —incluso más que la Amazonía, expuesta a feroces incendios y deforestaciónEn la Pampa se han destruido alrededor de 2,9 millones de hectáreas de sus pastizales originales entre 1985 y 2022, según Map Biomas.

Reforestar es una de las soluciones desde la naturaleza ante los cambios del clima. Otra opción es no construir sobre zonas inundables. Contrario a ello, el plan maestro de Porto Alegre fue cambiado por las autoridades locales para flexibilizar más esa clase de construcciones. 

Residentes reman en un bote en una calle inundada por las lluvias torrenciales. Porto Alegre, estado de Rio Grande do Sul, Brasil, el sábado 11 de mayo de 2024.
Residentes reman en un bote en una calle inundada por las lluvias torrenciales. Porto Alegre, estado de Rio Grande do Sul, Brasil, el sábado 11 de mayo de 2024. © Andre Penner / AP

Otra estrategia de adaptación al clima son las llamadas ‘ciudades esponja’, áreas urbanas diseñadas para absorber y gestionar “el agua de lluvia utilizando elementos naturales como árboles, parques, lagos, espacios verdes”, resalta Pedrassoli, y apunta que la ‘infraestructura azul’, como estanques o humedales que absorben el agua en entornos urbanos, también da más resiliencia a las ciudades. 

Además, destaca como parte de la solución la inversión en sistemas de monitoreo para que los gobiernos puedan predecir y responder efectivamente a las inundaciones.

“Sabemos que estos sistemas brindan alertas tempranas, mejoran la precisión de las previsiones y permiten evacuaciones oportunas”. Sin embargo, también apunta que la eficacia de estos sistemas depende de “la percepción del riesgo por parte de la población” y que es de gran importancia que los gobiernos inviertan en educación y comunicación de riesgos. “Las personas no siempre actúan ante las advertencias si no perciben la amenaza como urgente o relevante”, dice. 

Huracanes e incendios forestales: más coletazos del cambio climático

Si las lluvias arreciaron en Brasil, en el Caribe los huracanes fueron los protagonistas, con una temporada más fuerte de lo normal. Habitualmente, puede haber cerca de 14 tormentas en el Atlántico en un año, pero en 2024 la proyección apunta a entre 17 y 24, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés). 

En el año ya se han registrado 18 tormentas con nombre, entre los cuales cinco huracanes que alcanzaron una categoría 3 o mayor.

Este año, además, un ciclón alcanzó la categoría 5 (la máxima) más temprano que nunca. Se trató de Beryl, que golpeó como categoría 4 a Granada el 1 de julio y luego a Jamaica con la misma fuerza. Causó la muerte de al menos 17 personas en el Caribe, antes de dejar otra decena de fallecidos en Estados Unidos. El país también sufrió, particularmente, con Helene, el segundo huracán más mortal de su historia, después de Katrina en 2005.

Personas conducen por una carretera llena de líneas eléctricas caídas tras el paso del huracán Rafael en San Antonio de los Baños, Cuba, el jueves 7 de noviembre de 2024.
Personas conducen por una carretera llena de líneas eléctricas caídas tras el paso del huracán Rafael en San Antonio de los Baños, Cuba, el jueves 7 de noviembre de 2024. © Ramon Espinosa / AP

Antes de las lluvias y los vientos huracanados, en la primera parte de 2024, varios países sufrieron con los incendios forestales. Chile vivió la que fue catalogada como la peor tragedia natural del país después del terremoto de 2010: las conflagraciones en la región de Valparaíso dejaron 137 muertos y más de 8.600 hectáreas afectadas.

Las altas temperaturas también empeoraron los casi 30 incendios que hubo en Quito, donde las autoridades sospechan que fueron provocados. Por su parte, Brasil registró sus peores incendios en 14 años, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales del país.

Mientras tanto, en Perú, el Sistema Mundial de Información sobre Incendios Forestales contabilizó unas 10.400 conflagraciones desde enero hasta el 11 de octubre; lo que representa más del doble de su récord previo en 2020.

El fuego devastó pastizales, bosques, zonas costeras y la Amazonía, lo que causó la muerte de muchos ejemplares de tortugas, serpientes, aves y jaguares, entre otros animales.

Árboles ardiendo en Santa Juana, Chile, el lunes 6 de febrero de 2023.
Árboles ardiendo en Santa Juana, Chile, el lunes 6 de febrero de 2023. © Matías Delacroix / AP

Otros países sensiblemente afectados por el fuego fueron Portugal, por una temperatura inusualmente alta y una sequía prolongada y en Grecia, la ola de fuegos llegó luego de que el país tuviera su junio y su julio más cálidos desde que se tiene registro. 

Estos eventos climáticos coincidieron con una COP29 —cumbre por el clima de Naciones Unidas—,  celebrada este año en Azerbaiyán, que generó más preocupación ante la falta de compromiso de los países más industrializados con el financiamiento a la mitigación del cambio climático.

Los países ricos acordaron un aumento de 100.000 a 300.000 millones de dólares anuales para financiar la transición climática y los daños causados. Fue un pacto que quedó lejos de los 1,3 billones de dólares que pedían los países en vías de desarrollo.

La cumbre puso una vez más en tela de juicio el compromiso de las naciones ricas, en un momento en que los desastres climáticos son más evidentes en todo el planeta. 

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